Javier Urra: Inicios y recuerdos del grupo de montaña de Lagunak
Es conocida la afición en esta tierra por la montaña. En los inicios de Lagunak, un grupo de vecinos y vecinas de Barañain decidió poner en marcha la sección de montaña de la sociedad. Plazaberri ha querido entablar una conversación repleta de recuerdos y anécdotas con Javier Urra.
¿Cuándo comenzó tu afición por la montaña?
Tenía 15 años cuando junto a una cuadrilla de chicos y chicas empezamos a viajar en un ferrobús que unía Iruñea con Altsasu. Paraba en todos los pueblos desde Irurtzun y esto nos permitió conocer Artxueta, Putxerri, Beriain, San Adrián, Santa Marina, Bargagain, Aitzgorri…
El ambiente era muy bueno, siempre cantando y con gorros de colores rojo, verde y blanco…símbolo ante las prohibiciones de la época. Varias veces la Guardia Civil nos pidió la documentación mientras hacíamos las excursiones.
Cuando ya comenzamos a repetir los montes vimos la posibilidad de entrar en un club de montaña, en nuestro caso el Kirol, que estaba en los bajos de las escuelas de San Francisco.
Ya con autobús, el mapa de las excursiones se fue ampliando al norte de Navarra, zonas limítrofes y los Pirineos, mejorando nuestros conocimientos y el ambiente general. Ernio, Anboto, Gorbeia y varias cimas del Pirineo, pasaron a formar parte de mis cimas conocidas.
Una vez casados, nos fuimos separando por barrios y pueblos de Iruñerria, perdiendo paulatinamente el contacto.
¿En qué momento se formó el grupo de montaña de Lagunak?
En 1978 vinimos a vivir a Barañain. La mayoría de gente no se conocía entre sí y quedaban muchos servicios todavía por hacer.
Nos comenzamos a juntar en la sociedad Lagunak, que era de lo poco que había de vida social en el pueblo. Entre otros y otras, con Mapi, Peio Osacáin, Pedro Aranguren y Miguelo Miranda preparamos algunas actividades. En 1983 fundamos el grupo de montaña, previo buzoneo en todo Barañain. El objetivo principal era pasar un buen rato los domingos por la mañana.
El grupo lo formaban personas vecinas de Barañain, originarias de Abaurrea, Sakana, Roncal, Salazar, Larraun, Arguedas…que conocían zonas y montes de sus pueblos. Al principio salíamos en coches. A los dos meses ya empezamos con el autobús. En 1984 se celebró la primera finalista con la correspondiente entrega de medallas y regalos.
En las salidas montañeras venían txikis de 3 a 14 años y el ambiente era muy bueno.
La sección de montaña ya lleva 38 años funcionando y eso es muy positivo. Eso sí, ahora ya no van txikis y se hacen travesías más largas. Aquellas relaciones que se hicieron en el grupo de montaña de Lagunak se han mantenido en el pueblo y ayudó a fortalecer en Barañain las relaciones vecinales y el sentimiento de pertenencia a la localidad.
¿Qué recuerdos destacarías de aquellos años?
Hay recuerdos muy buenos como el del inicio de la Vuelta a Navarra de 1989 a 1993. Una etapa por mes, 700 km en total. Fue una experiencia muy enriquecedora que transcurrió por las Bardenas, Roncal, Salazar, Baztan, Sakana y varias etapas por la Baja Navarra.
Seguro que alguna anécdota todavía te hará sonreír…
En 1993, unos cuantos del grupo de Lagunak, con experiencia y conocimientos, nos aventuramos a subir el Mont Blanc. De una expedición de ocho personas, fuimos cuatro las que hicimos cumbre, un 8 de Julio.
¿Sustos o accidentes que mencionar?
Siempre hay anécdotas no buenas, pero prefiero dejarlas en segundo plano. Aquel chofer borracho que nos dejó colgados en Mendavia o la vez que el autobús se fue a la cuneta en Mezkiritz por el hielo, camino de Sorogain.
¿Qué ha supuesto Lagunak para ti?
Un espacio fundamental para hacer pueblo, ocio y deporte. Es parte esencial de Barañain y espero que no pierda su carácter popular y recreativo.
¿Un mensaje final para las generaciones más jóvenes sobre la afición de la montaña?
Les diría que la montaña te da solidaridad, compromiso y disfrute de cada estación del año. Para mí es importante que no prime el espíritu competitivo. Lo que se consigue, es por méritos propios. Si tienes un día malo, no pasa nada. Hay que saber darse la vuelta. Son valores que se aprenden y siempre en clave de compañerismo.
Con las hijas e hijos hay que procurar no quemarlos, que disfruten. Recuerdo que subía con un camping gas, una txistorra y una sartén. No veas lo que disfrutaban en la cima con el bocadillo y las vistas.
Les encantaba ir al Ori para estar más altas que las nubes.