Eduardo Arocena
Estudiante y trabajador precarios. Indignado de sofá que decidió comprometerse y aportar su grano de arena. Espectador cada vez menos impasible de la vida.
Consumismo e incoherencia
Pretendo en este artículo realizar un acto de autocrítica con la voluntad de que aquellos que lo lean se sientan identificados o por lo menos sirva como un estímulo para la introspección.
Soy consumista, micromachista y antisocial. Soy incoherente con mis ideas, por tanto. Lo fácil sería culpar a la sociedad de estos defectos, pero un análisis riguroso y honesto me conduce a la conclusión de que el problema y la solución están en mi.
Consumista en tanto en cuanto compro o consumo artículos innecesarios, caracterizados algunos seguramente por la explotación laboral, polución en su manufactura, dudosa salubridad o exportación desde la otra punta del mundo. Para ser consecuente conmigo mismo debería cerciorarme de hacer todo lo contrario. Es seguramente más caro, pero como dijo Machado: “Es de necios confundir valor y precio”.
Soy micromachista, lo admito. Todos los hombres lo somos en mayor o menor medida. El entorno y la educación resultan aquí fundamentales. Es supercómodo ser hombre en un ambiente patriarcal. Lo que no soy es corporativista ni proselitista. Me repugnan las faltas de respeto abiertamente machistas de cualquier tipo hacia el género femenino. Estas actitudes cotidianas se solucionan con un poco de esfuerzo y voluntad. Confío en la capacidad humana de cambiar de carácter.
Y antisocial en el sentido de que critico en los demás estos comportamientos que yo mismo me reprocho pero que no hago nada por modificar. Por consiguiente soy también hipócrita. No soy ningún ejemplo a imitar ni mucho menos un guía espiritual libre de pecado. Sólo pretendo desenmascarar contradicciones propias y ajenas llevando a la parte consciente los impulsos insconscientes.
En el momento político en el que nos encontramos, donde la clase obrera estamos siendo atacada por todos los frentes, deberíamos obrar con el ejemplo más que nunca. Comprar lo estrictamente necesario en las tiendas del barrio, aquellas en las que llamamos a los tenderos por su nombre porque son nuestros vecinos; concebir y practicar una igualdad real y efectiva sin comportamientos irracionales, arraigados y primitivos, renunciando a esos privilegios adquiridos e infundados sólo por el mero hecho de ser varones; y acompañar las luchas de nuestro círculo más cercano porque también es nuestra lucha. Las manifestaciones de pensionistas y feministas y sus reivindicaciones también son mías. Incluso defiendo los derechos y la libertad de expresión de los que no piensan como yo.
¿Os imagináis el día en el que salgamos todos unidos a la calle a reclamar lo que es nuestro? Ese sería un día maravilloso ¿Y que votemos a gente que sí nos representa?
Construyamos entre todos ese mundo mejor.