
Victor Moreno
Ya no es necesario recurrir a la técnica del esperpento de Valle Inclán para dar cuenta de lo que ocurre. Los hechos vienen a nuestro encuentro sin necesidad de solicitarlos. Lo hacen de forma tan grotesca que solo nos queda actuar como los tomógrafos, pero con material palabrático. Escribir para cortar la realidad en pedacitos y comprobar si en su interior se registra vida inteligente o, por el contrario, rasgos de una imbecilidad cada vez más inquietantes.
DERROTA DE LA INTELIGENCIA
Un parlamentario socialista en el Congreso de los Diputados ha escrito que “la defensa del Presidente del Gobierno en gastar en Defensa lo es para proteger nuestro modo de vida”. Y que, quienes no lo entiendan así, lo es porque ignoramos cómo está la situación mundial. Eso ocurre porque los ciudadanos somos tontos del haba. No tenemos ni idea de nada. Sólo los políticos conocen la verdad de lo que pasa. Y la ciudadanía lo que tiene que hacer es ver, oír y callar, que ya se encargarán los políticos del resto. Pues la ciudadanía no está para pensar, sino para votar. Menos mal que en ella reside la soberanía y voluntad popular.
Dos han sido los “argumentos” firmados por este parlamentario para justificar las palabras del presidente. Primero. “Si no nos armamos, ¿cómo evitaremos defendernos por nuestra cuenta ante las hipotéticas invasiones de Putin o de Trump? ¿Acaso hemos olvidado lo que pasó a Europa con Hitler?”
Precisamente, porque no lo hemos olvidado, no queremos que se repita semejante barbarie. Quienes parecen haberlo olvidado, son los rearmistas. Las armas no tienen ningún poder disuasorio para parar una guerra. ¿Cuánto tiempo lleva Rusia bombardeando Ucrania? ¿Cuánto tiempo lleva Israel masacrando Palestina? ¿Cuántos miles de muertos han producido ya? Cuantas más armas tienen los países, más duran las guerras y, por tanto, más muertos hay. Ese es el precio de un rearme.
Segundo argumento: “Invertir en seguridad y defensa no es cosa distinta que invertir en la protección de nuestras familias y en nuestro modo de vida”. O dicho de otro modo más faltón: “No se trata de elegir entre gastar en tanques o gastar en hospitales, como se ha dicho. Se trata de elegir entre defender nuestro “modo de vida” o “arriesgarnos a que los enemigos de Europa, los de fuera y los de dentro, acaben con nuestros hospitales junto con nuestra democracia y nuestras libertades”.
¿Invertir en armas es hacerlo para mejorar nuestras vidas? Si alguien lo entiende, que lo explique. Para comprender que no es lo mismo gastar en armamento que en Sanidad, Educación, Ciencia y Desarrollo no hace falta tener el cacumen de Einstein. Sería bueno saber en qué ha salido beneficiada Educación y Sanidad tras los aumentos de los presupuestos dedicados a defensa en estos últimos años.
¿En qué modo de vida piensa este parlamentario? ¿En la suya, en la de los ricos? Porque no creo que lo haga en en la vida que llevan los parados, los desahuciados, los que viven en riesgo de pobreza o exclusión social, y que representan el 25,8% de la población española, es decir 12,7 millones de personas. España es el tercer país con mayor riesgo de pobreza de la UE, pero, al parecer, no hay que preocuparse. Porque, si no se invirtiera en defensa, la carestía sería mayor. Nuestro modo de vida está en correlación directa con el gasto en armas de defensa, por tanto “aseguraremos nuestra democracia y nuestro régimen de libertades invirtiendo en ellas”. Pues una democracia es imposible sostenerse sin un buen ejército al servicio del Estado; lo mismo que nuestras libertades y nuestra seguridad, incomprensible sin armas de defensa, empezando por las de la policía y la Guardia Civil.
El argumento final de este parlamentario es demoledor, calificado para más inri, de pedagógico: “Invertir en defensa no equivale a gastar en armas”. Es hacerlo en cacahuetes y remolacha. Porque invertir en “ciberseguridad, en inteligencia coordinada con los aliados, en la actualización tecnológica en infraestructuras críticas”, nada tienen que nada tienen nada que ver con guerras ni armas, sino con el sobaco purísimo de los ángeles custodios. No hace falta ser un experto en lingüística para saber que se trata de crueles eufemismos que esconden lo más oscuro de las guerras: fundados en estrategias inmorales que facilitan la muerte de millares de personas sin moverse de un despacho. Hace ya muchos años que nuestra seguridad no depende de nosotros mismos sino de la violencia legal del Estado, así que no nos tomen el pelo tan descaradamente.
El rearme nunca alcanzará la paz universal ni perpetua. El resultado de una guerra ganada será una paz esquelética. El rearme mundial es una derrota de la inteligencia y de la civilización. Hoy no hay dilema alguno entre cultura o barbarie. Nuestra cultura se llama barbarie y los bárbaros ya no vienen del norte. Están entre nosotros paseándose por la UE.