Eduardo Arocena
Estudiante y trabajador precarios. Indignado de sofá que decidió comprometerse y aportar su grano de arena. Espectador cada vez menos impasible de la vida.
Corinnavirus
Cuando por fin podamos dar por concluido el estado de alarma y ya hayamos encontrado el camino para poner punto y final a este episodio tan trágico de nuestra historia, es absolutamente perentorio realizar un referéndum sobre la monarquía. Una institución anacrónica, extemporánea como esta no tiene cabida en una sociedad democrática del siglo XXI. ¿Cuál es su razón de ser? ¿Cuál es su utilidad para el resto de la población? Su única función es perpetuar sus privilegios, sus desmanes impunes y su complejo de superioridad (aunque la endogamia que tienen por costumbre practicar acabe demostrando lo opuesto).
No encuentro calificativos suficientes que describan lo fraudulento que me resulta que una persona herede la jefatura del Estado por razón de cuna. Ha tenido que ser Corinna Larsen, una empresaria alemana y una de las múltiples amantes del monarca, la que destape otra cloaca del Estado que permanecía irreductible cual Astérix y Obélix en la Galia. La prensa rosa, otra de las miserias de este país, inasequible al desaliento, se afana en blanquear y ensalzar la figura hasta de las infantas como si fueran minieruditas que admiran el cine de Kurosawa. Como justificando el merecimiento de su anómala situación. Muchos estómagos agradecidos (¿verdad, Bárbara Rey?) conocían las andanzas y aventuras del rey emérito, tanto de sus oscuros negocios como de su vertiente mujeriega, de las que los común de los mortales conocemos la milésima parte seguramente. El rey campechano, menuda cara de cemento armado. Y la de todos sus acólitos que le rieron las gracias y omitieron su extenso y turbio historial. El rey que se cargó “accidentalmente” a su hermano, el rey coronado por el dictador, sospechoso de ser partícipe del golpe de Estado de Tejero con el fin de reforzar su posición, amigo de las dictaduras saudíes, el de los safaris de caza, el de “lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir”. Y aquí santas pascuas.
Entrar en detalle a describir a cada miembro de la Casa Real me supondría una subida de las hormonas asociadas al estrés tal que por mi salud prefiero no hacerlo. Me centro en cambio en el actual soberano, Felipe “el Preparao”. El que en el cenit de una terribilísima epidemia aprovecha para anunciar que renuncia a la herencia de su padre, aunque eso sea ilegal, y no tiene valor para dedicarle ni una sola palabra a este tema en su arenga vacía de contenido dirigida a la nación con motivo del coronavirus. Por cierto, se agradecería algún cambio de entonación al leer un discurso, más que nada para que algún bondadoso televidente quiera intuir al menos que pone algo de interés. Más inútil que una piedra. Cobarde. Insustancial. Vividor, aunque de casta le viene al galgo.
Espero que cuando acabe esta pesadilla del covid-19, muchas personas hayan abierto los ojos al menos a 6 realidades: el neoliberalismo mata, los trabajadores son los que crean riqueza, una sanidad pública debidamente dotada es esencial, somos los mayores destructores de la naturaleza, la religión no cura, y por último, un rey no sirve para nada ni nadie.
Por la III República.