Inma Sayas

2021-11-02

Dadles vosotros de comer

Desde hace poco más de un año voy de voluntaria con Saskia a reponer estanterías, neveras, hacer bolsas con frutas, verduras, bollería…lo que toque. Son solo dos días al mes, pero es la actividad que más me gusta porque no es algo que haga para mí sino para que muchas familias se puedan alimentar de manera correcta.

Sí que había oído hablar del tema este del reparto de alimentos, pero no me podía imaginar la cantidad de comida que llega, los locales de los que disponen, de la gran organización que hay en cuanto a control de lo que entra y de lo que hay que dar a cada familia.

A veces se oye por la calle o cuando hablas con otras personas aquello de ”Seguro que muchos no lo necesitan, a veces tiran lo que se les da, gastan en tlfn y no tienen para comer, va gente demasiado bien vestida, etc.” Qué fácil es no ponerse en la piel del otro, qué fácil es descalificar, prejuzgar, qué fácil es no pasar hambre en una tierra como ésta. Ya sé que muchos de los que leéis mis columnas estáis totalmente fuera del pensamiento religioso y me parece muy bien, cada uno está en lo que quiere estar, pero yo no estoy ahí y hay una frase del evangelio que desde hace mucho tiempo me ha llamado la atención y me ha guiado un poco por este mundo de la ayuda. Los apóstoles le dicen a Jesús que los que le han seguido a escuchar sus palabras tienen hambre y Él les dice “Dadles vosotros de comer”. Esta frase es de una actualidad conmovedora y nos la dice a nosotros hoy aquí y ahora. Ahí no hubo ningún milagro. El evangelio no hay que leerlo literalmente. Ahí lo que hubo fue solidaridad, cada uno puso a disposición de los demás lo que tenía y hubo comida para todos e incluso sobró. ¿No pasa lo mismo hoy? Si se reparte bien hay para todos.

Cuando estamos esquilmando las tierras de los que nos llegan de países que hace años no tenían problemas para cultivar, para alimentarse y hoy se tienen que ir por la estupidez humana de conflictos, guerras, salvajismo medioambiental, pues eso, no nos queda otra que darles de comer y de proporcionarles una buena educación. Se merecen con creces las dos cosas. Si nuestro primer mundo les ha maltratado no podemos mirar hacia otro lado y desde luego no podemos rechazarlos.

Agradezco a Pablo que aquel día que estaba con mis nietas en el parque me dijera que existía esta actividad y no lo dudé ni un momento.

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