Iñaki Jauregui

Hablemos de economía, pero no como hacen los libros ni los informativos, sino a partir de observar a nuestro alrededor. Hablemos de la gente.

2017-02-16

El final del trabajo

¿Qué será de nosotros cuando se acabe el trabajo? No puedo parar de hacerme esa pregunta últimamente, y es que cada vez leo más artículos y más reflexiones de expertos en los que nos aventuran un futuro aterrador en el que la automatización habrá destruido gran parte de los empleos industriales de hoy en día.

Lo que está claro es que el trabajo industrial tal y como lo conocemos tiene los días contados. Realmente, por mucho que hayan cambiado las cosas desde los inicios de la industrialización, el mundo industrial de hoy en día se parece más aquél que comenzara allá por el siglo XVIII que lo que nos espera por delante. Son muchas las voces que afirman que estamos en el momento clave en el que la industria va a cambiar de manera drástica y todos aquellos puestos de trabajo que venía generando en los últimos siglos van acabar desapareciendo. Algún analista optimista dirá que la automatización también genera nuevos puestos de trabajo (ingenieros, mecánicos, especialistas en robótica, etc.) pero a todas luces, el número de empleos que genera es muchísimo menor que todos los que destruye.

Durante los últimos 40 años, el mercado laboral, visto como una especie de ente vivo capaz de modificar su tamaño y tomar sus propias decisiones, ha ido redefiniéndose, adaptándose a esta nueva situación. Si bien la industria sigue siendo un sector clave en la economía nacional, hay ido perdiendo peso dentro de la distribución sectorial. Nos hemos ido desplazando hacia el sector terciario, desarrollando nuevas actividades vinculadas al ocio, a los servicios, huyendo de ese apocalíptico final de la industria. Pero a pesar de todo sigue habiendo cientos de miles de empleos relacionados directamente con la industria, operarios de montaje o cualquier otro tipo de profesión cuyo trabajo se desarrolla dentro de una empresa industrial. ¿Y qué será de todos esos puestos de trabajo una vez que las máquinas sean capaces de hacerlo de manera más rápida y más eficiente? Porque, no nos engañemos, ese día llegará. Las máquinas son capaces de hacer el trabajo de las personas mejor (no enferman, no se cansan, son más fuertes) y conforme va avanzando la tecnología, lo hacen de una manera más evidente e indiscutiblemente mejor.

Puede que hace unas pocas décadas, la gente fuese escéptica con respecto a los lavavajillas, las lavadoras, las aspiradoras u otras muchas máquinas que hoy en día ya nos resultan indispensables. Seguro que entonces también había voces críticas con todo esos avances tecnológicos que decían que nada como la mano del ser humano para desarrollar esas tareas. La automatización absoluta (o casi) es inevitable, no sé si faltan 10 o 30 años, pero la automatización en la industria acabará con (casi todo) el trabajo humano en este sector. Entonces, ¿será el fin del trabajo? Quizá esperamos que la respuesta a esta pregunta tan dura sea un rotundo "no" pero a mí me gustaría que la respuesta fuese "sí". No tengo la sensación de que el final del trabajo vaya a ser una mala noticia para la humanidad, no creo que esto vaya a abocarnos a la mendicidad o a la pobreza más absoluta. Aunque claro está, todo esto depende de cómo los poderes públicos gestionen la nueva situación que se aventura en este texto. Y es aquí donde entra en juego otro de los temas que me están pasando por la mente con frecuencia en los últimos meses: la renta básica universal. Con una rápida búsqueda en Internet encontraréis muchísima información sobre este controvertido asunto, en resumen viene a ser algo así: una renta básica que el Estado entregue a todos sus ciudadanos sin discriminación de ningún tipo.

Lo que para unos es una medida propia del comunismo más radical, para otros es la única solución a un futuro inexorable. Si no hay trabajo, el Estado tendrá que ser el responsable de asignar una renta básica a sus ciudadanos para garantizar al menos su subsistencia. A partir de ahí, los ciudadanos tendremos que especializarnos, formarnos y prepararnos para desarrollar actividades a las cuales no pueda llegar a la alargada a mano de la automatización. Se generará un nuevo viraje hacia la terciarización, haciendo que los seres humanos aportemos aquello que las máquinas no pueden aportar. Aquellas personas que se hayan formado en actividades ajenas a la automatización, obtendrán por ello mayores rentas que les permitirá vivir de una manera más holgada de lo que la renta básica alcanzará. La ambición, las ganas de medrar, harán que la gente siga trabajando, desarrollando actividades más especializadas. Desde mi punto de vista la renta básica no generará una sociedad de vagos sino todo lo contrario, será la base de una nueva sociedad en la que el trabajo tal y como lo hemos conocido hasta ahora escaseará y habrá que estrujarse el cerebro para entender cómo debe funcionar una sociedad tan distinta a la actual. Negar la efectividad de la renta básica universal por pura ideología, sin mayor análisis, resulta una actitud tremendamente garrula y que demuestra muy poca amplitud de miras. Lo que se nos viene encima es muy pero que muy serio.

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