Eduardo Arocena
Estudiante y trabajador precarios. Indignado de sofá que decidió comprometerse y aportar su grano de arena. Espectador cada vez menos impasible de la vida.
El poder de los consumidores
¿Estarías dispuestx a pagar un poco más por los productos que compras si supieras que no contienen sustancias nocivas para tu salud, no contaminan el medio ambiente y están manufacturados en condiciones dignas de trabajo? Seguro que sí. Nadie quiere para los demás lo que no quiere para sí mismo (se supone).
Las dos vías que pueden cambiar la realidad de los negocios en la dirección apropiada son la regulación del gobierno y las preferencias de los consumidores. Dada la deriva neoliberal cuasihegemónica en los gobiernos del primer mundo, no podemos esperar mucho de ellos. A lo sumo el fraude de la responsabilidad social corporativa y los códigos deontológicos. A los ejecutivos se les paga para incrementar al máximo los beneficios de su empresa, no para apoyar el bien común (véase la economía del bien común de Christian Felber).
Aquí es donde entra el concepto de transparencia radical. Existen asociaciones sin ánimo de lucro y organizaciones de consumidores dedicadas a realizar análisis del ciclo de vida de cada producto (en su conjunto y de cada uno de sus ingredientes y procesos, desde la extracción de las materias primas hasta la puesta a la venta del ítem) a la venta y a evaluarlos según criterios de salud del consumidor, deterioro medioambiental y derechos laborales.
Los consumidores estimulados por estas guías de consumo pueden “votar” con su dinero a favor de tecnologías, ingredientes y diseños ecológicos en sentido estricto, que como consecuencia obtendrán una mayor cuota de mercado, lo que incentivará a la industria a reformarse a sí misma, no sólo en nombre de la responsabilidad o las reglas de la competencia, sino en búsqueda de beneficios. De esta forma cada uno de nosotros se convierte en un participante activo en el futuro del planeta y de la salud de todos los seres que lo habitan.
Los mil millones de habitantes del mundo desarrollado consumen a un ritmo 32 veces mayor que los ciudadanos más pobres del mundo. Si todos los habitantes del planeta consumieran al ritmo que lo hacen los estadounidenses, se necesitarían 4 planetas Tierra para sostener esa cadencia. Absolutamente suicida.
En un mercado transparente, comprar se transforma en una acción geopolítica. El empoderamiento ciudadano pasa de forma necesaria pero no suficiente por el empoderamiento del consumidor. No hace falta llegar al gobierno para empezar a marcar un rumbo responsable, los progresistas podemos derrotar democráticamente a los conservadores con sus propias reglas.