Victor Moreno

Victor Moreno

Ya no es necesario recurrir a la técnica del esperpento de Valle Inclán para dar cuenta de lo que ocurre. Los hechos vienen a nuestro encuentro sin necesidad de solicitarlos. Lo hacen de forma tan grotesca que solo nos queda actuar como los tomógrafos, pero con material palabrático. Escribir para cortar la realidad en pedacitos y comprobar si en su interior se registra vida inteligente o, por el contrario, rasgos de una imbecilidad cada vez más inquietantes.

2022-02-18

El sueldo del rey

Me dice un amigo, “republicano de toda la vida”, que lo que más le ha molestado del aumento del sueldo del Rey no ha sido la subida en sí misma considerada, sino la amarga constatación política de que “estas cosas en una República no sucederían”.

Ni siquiera ha entrado mi amigo en el juego peligroso de hacer comparaciones odiosas entre el pico del sueldo de su Majestad y la menguada crecida del sueldo de los señores trabajadores en activo y de los jubilados pasivos. Solo le ha interesado eso: recalcar que en una “República como Dios manda esto no sucedería”.

Su apelación a Dios hay que considerarla como una licencia más o menos poética. Pues sabe bien que Dios no cuenta para nada en estos menesteres, menos aún, si hablamos de una República, la cual, según las derechas, Dios jamás ha sido republicano, sino monárquico, en la estela del Rey David.

Mi amigo siempre ha pensado que la República es, ha sido y lo será, un sistema político, no solo más perfecto y más democrático y más respetuoso con los intereses de la ciudadanía que una monarquía. Por eso me dice a modo de conclusión que “la República o es de izquierdas o no será, ¿no te parece?”.

Le digo lo que me parece. Y la respuesta es no. No le aconsejo que lea a Platón para que comprenda mi negativa, pero le explico que la República es un sistema político de gobernar que puede regirse por principios políticos tanto de derechas como de izquierdas.

Como ejemplos, le recuerdo que la República italiana ha estado presidida durante años por un tipo de derechas tan poco recomendable como Berlusconi y que la República francesa, heredera de la Revolución que guillotinaba reyes, por nada más y nada menos que un presidente llamado Sarkozy acusado de corrupción.

Y que España, durante el llamado bienio negro, la República estuvo en manos de la derecha más nefasta de Europa hasta que llegó el Frente Popular en febrero de 1936 y colocó a Azaña como presidente, no siendo don Manuel, precisamente, un político muy de izquierdas ni muy radical. Lo que era bastante lógico, pues provenía de un partido reformista, como era el de Melquíades Álvarez.

Como mi amigo, hay muchas personas que consideran que el sistema de gobierno que llamamos República tiene que responder necesariamente a parámetros políticos de izquierda. A mí y a mi amigo nos gustaría que así fuera, pero no lo es.

Se puede ser republicano y ser de derechas. Niceto Alcalá Zamora, que fue su presidente, lo fue. También, lo fue Lerroux. En realidad durante la II República en España los hubo a manta. No querían que los gobernase un rey, pero tampoco eran partidarios del laicismo, del divorcio, del aborto, de la coeducación y, menos aún, de la reforma agraria. Pero ya ven qué curioso. Hoy día, con una monarquía constitucional tenemos a nuestro alcance casi todo eso. Bueno, menos reforma agraria y la devolución al comunal municipal de los bienes inmatriculados por la Iglesia de aquella manera.

Existen Estados con un sistema político republicano y en los que sus gobiernos respectivos cometen todo tipo de atropellos contra los derechos de la ciudadanía. Ahí está por ejemplo Polonia con una República Parlamentaria y, sin embargo, sus gobiernos llevan cortando cabezas de disidentes sin muchos escrúpulos.

Un sistema político de gobierno, aunque se llame República, no garantiza que los derechos humanos estén a salvo. El ejemplo de España bastaría para saberlo. Solo con leer algunos periódicos anarquistas publicados entre 1931 y 1936 -La Tierra, Solidaridad Obrera, entre otros-, sería un baño de lucidez más que suficiente para hacernos caer del guindo de esa ingenuidad que lleva a identificar acríticamente República con Jauja.

Lo único que nos garantiza, de entrada, una República es que los reyes nunca podrán subirse los sueldos. Pero, de salida, no impedirá que lo hagan, en su lugar, su presidente y sus ministros, lo que supondrá una elevación al cubo de tales emolumentos del erario.

Así que República, sí, pero re-publicana. Es decir, defensora de lo público. Y quien quiera entender, pues eso.

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