Iñaki Jauregui
Hablemos de economía, pero no como hacen los libros ni los informativos, sino a partir de observar a nuestro alrededor. Hablemos de la gente.
Enseñar Economía
Soy profesor de Economía en un colegio. Enseño Economía y Economía de la Empresa a alumnos de 15 a 18 años. Me gusta lo que hago, creo que son dos asignaturas apasionantes y, después de casi una década dedicándome a ello, puedo llegar a afirmar que la mayoría de los alumnos piensan igual.
Sin embargo, es habitual ver en los medios de comunicación y, sobre todo, a través de las redes sociales cómo somos el centro de la diana para muchos críticos con el sistema económico en el que vivimos. En más de una ocasión he tenido que escuchar que las asignaturas de esta rama son poco menos que herramientas del capitalismo cuya finalidad es adoctrinar a los jóvenes en las prácticas más desalmadas del neoliberalismo. Los docentes, por tanto, nos convertimos en parte de una maquinaria que lo único que persigue es transformar las mentes de nuestros alumnos para que en el futuro sean perfectos autómatas del consumismo, despiadados dirigentes de grandes multinacionales o grises e insensibles burócratas al servicio de las cifras, al más puro estilo de los hombres grises de Momo.
A lo mejor he exagerado un poco en el párrafo anterior, pero es la rabia contenida la que me hace irme hasta un extremo quizás ridículo para ciertos lectores.
Es habitual oír que las asignaturas relacionadas con la Economía vienen a ser paletadas de tierra que sepultan poco a poco a las moribundas Artes y Humanidades. No seré yo desde luego quien contribuya a echar más leña a un fuego ya demasiado vivo, y mucho menos cuando me siento igualmente apenado por el decreciente gancho que las letras parecen tener en las nuevas generaciones. De hecho, no pretendo en esta columna entrar a valorar las decisiones de las altas esferas de la Educación nacional ni los nuevos planes de estudios. Mi intención aquí es la de sacar la cara a mis compañeros, acusados por muchos de ser un engranaje más de la sociedad de consumo.
Por cada libro de texto que aconseja que es conveniente contratar un plan de pensiones privado (y os aseguro que son pocos, en contra de lo que se pueda pensar), hay mil profesores que sacan la cara al sistema de pensiones público, que se esfuerzan por transmitir a sus alumnos la importancia de pagar impuestos y contribuir a la redistribución de la riqueza. En cada rincón del país hay docentes denunciando las abusivas cláusulas suelo, criticando los desahucios indiscriminados, maldiciendo a aquellos que llevan sus rentas clandestinamente a paraísos fiscales y a quienes no pagan un salario justo a sus empleados, promoviendo la responsabilidad social de las empresas, concienciando sobre su poder como ciudadanos. Independientemente de lo que digan las leyes, los políticos o incluso ciertos manuales, vuestros hijos están a salvo, porque tienen delante a personas sensatas, justas, bien informadas, rigurosas y con un objetivo claro: que los alumnos piensen por sí mismos, sean capaces de entender las noticias, las nóminas, las facturas, sus derechos y obligaciones.
Enseñar Economía a chicos y chicas en edad escolar es un privilegio, puesto que desde esta materia se les pueden transmitir valores ciudadanos y mostrarles cómo bandearse en el mundo real al que se van a encontrar. Y, más importante todavía, armarles de herramientas y argumentos para rebatir a todos aquellos que, durante décadas, se han servido de la información asimétrica para embaucar y estafar a tantos "ignorantes" en materia financiera.