Dani Askunze

Dani Askunze

2015-12-03

Felices fiestas

Una vez más llegan las elecciones y nosotros con estos pelos. Eso sí, estas generales me están cayendo simpáticas. No tiene que ver con que hayan coincidido esta vez con todo el rollo happy de la navidad. Tampoco porque piense que vaya a salir nada bueno de ellas, ni tan siquiera decisivo, sino porque veo que en mi entorno están condicionando las dinámicas políticas extra-institucionales en mucha menor medida que anteriores citas electorales. Pequeñas alegrías que te da la vida. De vez en cuando me levanto optimista.

Nunca había habido unas elecciones en las que pudieran pasar al mismo tiempo tantas cosas y tan pocas. En las que el resultado fuera a la vez tan difícil de prever y tan esperable. Estas paradojas dan al traste con el nefasto discurso de la ilusión, esa nueva iglesia con ramalazos ciertamente fundamentalistas. Como todos los credos, no es combatible mediante razones. Sé que me repito pero es que, ¿quién quiere razones mientras tenga fe? Es pues, un enemigo peligroso, pero que al igual que el orden reinante, “está edificado sobre arena”, que diría mi amiga Rosa.

En este contexto, el único discurso justificador del voto como método para la transformación social es el del cinismo, cuando no del sarcasmo. Y no creo que sea un problema. Me parece que esclarece muy bien en qué estamos a día de hoy. Votemos o no, riámonos. Por favor. De ellos, pero sobre todo de nosotros. Al menos mientras no nos absorba la política de plató y el tertulianismo militante. Estamos a tiempo.

Hay quienes caracterizan la esfera de la representación, esa que en la democracia parlamentaria pretende monopolizar la “política”, como una relación social profundamente anti-política, pues nos reduce a meros espectadores. Otros, en cambio, ven que la propia existencia de una esfera política separada del resto de compartimentos sociales, supone de partida una relación alienada de las personas para con ella. Debates complejos pero problemas claros.

Al fin y al cabo la vida sigue, aunque se nos escape. Después del jolgorio de ventanas de oportunidad, asaltos institucionales, e incluso presuntos cambios sociales a partir de los cuales venían los institucionales, viene la resaca. Un resacón causado porque se había pensado en la cantidad a ingerir, y no tanto en la calidad. Base social de garrafón, que a la mínima sale por donde entró por la vía rápida. ¿”Pota electoral” sería el concepto? No sé... Este año a alguno le pillará pelando langostinos. Eso al que pueda pagarlos. Felices fiestas y paciencia con los cuñados.

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