Iñaki Jauregui
Hablemos de economía, pero no como hacen los libros ni los informativos, sino a partir de observar a nuestro alrededor. Hablemos de la gente.
Gramsci tenía razón
Hace poco un amigo me dijo que sabe de un colegio internacional en Bruselas en el que los alumnos utilizan el catálogo de IKEA en clase de Matemáticas. Trabajan las medidas, el sistema métrico, áreas, volúmenes e incluso elaboran presupuestos de cara a amueblar una habitación. Todo ello muy práctico y competencial. Pocos días después leí en un periódico que, ante la inminente apertura de un nuevo local de la empresa textil Primark (ropa de dudosa calidad y procedencia a precios bajísimos) en una importante ciudad del Estado, un numeroso grupo de personas había pasado días haciendo cola en la puerta esperando a que abriesen, ocasionando problemas en el tráfico de la zona. O mejor aún: los alumnos de un colegio británico en el que trabaja un familiar fueron a visitar una tienda Apple la semana anterior a las vacaciones de Navidad.
Es entonces cuando me doy cuenta de que Gramsci tenía razón. El control de las masas ejercido por las élites dominantes no se hace a través de la fuerza ni de la imposición, sino a través de la complicidad. Las élites del dinero, las grandes multinacionales llegan a nuestras casas porque han conseguido embaucarnos y encandilarnos. No tenemos donde caernos muertos pero tenemos un iPhone 6. Estamos en paro pero compramos muebles con frecuencia. Nuestro armario en el piso de 50 metros cuadrados está repleto de camisetas de 2 euros. Pero lo mejor de todo es que la masa ama a esas compañías, las idolatra incluso (ahí tenemos al semidiós Steve Jobs).
A través de los medios de comunicación llevan décadas entrando en las cavidades más profundas y misteriosas de nuestros cerebros haciéndonos creer que les necesitamos y que nos van a complementar, haciéndonos mejores si compramos sus productos. Pero no es éste el único camino puesto que mediante el sistema educativo, el cine o el deporte estamos constantemente recibiendo sutiles mensajes que van calando en nuestras mentes y acabamos siendo educados o adoctrinados en aquello que el "bloque hegemónico" desea.
La dominación es sibilina, pero imparable y real. Si aquel a quien dominas te admira, nunca se te rebelará. Quizás pensar que todo esto es un plan trazado estratégicamente en algún misterioso despacho de magnates megalómanos pueda sonar un tanto conspiranoico, pero pensar que la presencia de IKEA en las aulas del colegio de Bélgica o la visita de los escolares a la tienda Apple es pura casualidad me parece un tanto ingenuo, más aún cuando alguien ya lo dijo hace un siglo.