Victor Moreno
Ya no es necesario recurrir a la técnica del esperpento de Valle Inclán para dar cuenta de lo que ocurre. Los hechos vienen a nuestro encuentro sin necesidad de solicitarlos. Lo hacen de forma tan grotesca que solo nos queda actuar como los tomógrafos, pero con material palabrático. Escribir para cortar la realidad en pedacitos y comprobar si en su interior se registra vida inteligente o, por el contrario, rasgos de una imbecilidad cada vez más inquietantes.
Javierada en el origen
En mayo del año 2018, la Comisión de Asuntos Ciudadanos del Ayuntamiento de Pamplona rechazó una declaración de UPN sobre la exposición en el Palacio Redín y Cruzat. en la que, entre otras obras. figuraba un cuadro que relacionabalas Javieradas con las figuras de Adolf Hitler y Francisco Franco.
Uno de los argumentos para retirar aquel cuadro de aquella exposición, además de ser “un atentado contra el patrón de Navarra y un insulto a todos los navarros”, sería el defendido por una parlamentaria de UPN que sostuvo que "la primera Javierada era de 1885, cuando no habían nacido ni siquiera nacido Hitler o Franco". El Parlamento, finalmente, aprobó la retirada de dicho cuadro, en lugar de proponer una resignificación del cuadro tan de moda hoy día.
Al hilo de este rifirrafe entre políticos, hay que señalar que la primera javierada oficial en Navarra no fue en 1885. En este año, fue Diputación quien viajaría a Javier a dar las gracias al santo por haber librado a Navarra de la peste colérica. Nada más. Claro que el mismo viaje podían haber hecho a la Catedral, pero a alguien se le ocurrió tal idea peripatética y así se hizo. Pero ahí se quedaría el intento. Que, luego, en 1932, vendría la mujer de Arraiza y su amiga Dolores Baleztena y organizaran su particular marcha a Javier, verdad es.
Pero, sin duda alguna, el comienzo oficial de este peregrinaje fue el 10 de marzo de 1940. Y fue un comienzo carlista, integrista y, por lo que le tocaba, franquista y fascista. No gusta recordar este comienzo oficial de la Javierada, y menos por quienes se sienten herederos ideológicos de sus creadores. Pero la primera Javierada oficial, la promocionaron los carlistas de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, organizada, ahí es nada, con el propósito de “perpetuar el espíritu de la Cruzada”, bajo el patrocinio del obispo de la diócesis. No creo que Hitler, ni Franco, tengan que ver con este comienzo, pero, desde luego, sí con quienes hicieron posible que el golpe de Estado triunfara plenamente: los carlistas. Ergo... Por eso, nada extrañará que en diciembre 1952, el dictador asistiera al castillo de Los Jaso para celebrar la Clausura del IV Centenario de la muerte de san Francisco Javier.
Si la Javierada tuvo que ver o no con el franquismo o con quienes lo auparon desde un principio, tendrá que vérselas con la hemeroteca de la época.
El día, 6 de marzo de 1941, el director de El Pensamiento Navarro, F. López Sanz, que firmaba SAB y Lopezarra, escribiría un articulo titulado “Reacción intensiva en torno a Javier”, plantearía que fue “la II República la que hizo posible tales peregrinaciones nutridas al solar de los Jasos”. Tampoco hay que alarmarse. Ya se sabe que la permanencia de los Fueros en Navarra se debió al ministro Gamazo, quien más trató de hacerlos desaparecer, generando la protesta nacional de La Gamazada. Pronto ser hará de Rivera, no sé si con pesar de Esparza, un nuevo Gamacito.
Según el carlista López Sanz, “las peregrinaciones se convirtieron en consoladoras, una protesta contra los indeseables, porque a Javier se acudía a rezar para pedirle al santo fortaleza en la lucha para combatir y arrollar los modernos Brahamanes del judaísmo y de la masonería, tan dañinos y pérfidos como aquellos otros de quienes nuestro santo escribía que eran “la raza más perversa del mundo”.
Nunca es tarde para saber que nuestro san Francisco Javier, copatrono de Navarra, fue, también, antisemita, como fueron los carlistas a lo largo de su historia; además de ser, el santo, la fuerza motriz que guió la santa Cruzada Nacional y colateral matanza. Sin la invocación a san Francisco Javier no hubiera habido ni Cruzada. Seguro.
En ese año de 1940, el 8 de marzo, aquella Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz recibirían, antes de partir, la bendición de Olaechea, obispo de Pamplona. El discurso que les propinó lo conocemos, porque aquel fascista llamado Eladio Esparza, subdirector de Diario de Navarra, lo utilizaría como prólogo en su libro Nuestro Francisco Javier(Editorial Aramburu, 1941).
Olaechea no tuvo ningún remilgo teológico en comparar el peregrinaje a Javier como el peregrinaje de la Cruzada. Lo hizo de este modo: “¿Nos os parece, peregrinos, que el 19 de julio de 1936 fue una gigantesca y providencial Javierada?”. Y por si hubiera algún despistado en aquel grupo de Voluntarios de la Cruz, el purpurado de Baracaldo les incriminaría: “Marcháis a Javier a pie, recordando las largas jornadas de la guerra. ¡A Javier! A levantar en la ciudad, que fue como el puerto de partida, la Lisboa de la Javierada de 1936, una Iglesia digna del genio de nuestra tierra y de la Cruzada más limpia de la Historia”.
El obispo lo tenía muy claro, “porque, si no vamos a eso a Javier, vuestro Obispo que antes quisiera partirse la lengua que ser profeta de mala ventura, temería que la Javierada del 19 de julio de 1936 fuera el último grito dado por la bravura cristina y heroica del mejor pueblo de la tierra”.
Si el origen de la Javierada oficial, que se organiza tal como hoy y con las bendiciones del arzobispo de turno, no se incubó en el nido del franquismo, del carlismo y del integrismo religioso al alimón convergente, dígase, entonces, dónde se puso y quién o quiénes empollaron al unísono culecón dicho huevo.