Javier de Miguel Sáenz
Profesor de historia jubilado. Indignado desde hace más de cuarenta años.
Juego de Patriotas
Casi tres meses después de las elecciones catalanas, el panorama político sigue incierto. Es evidente que una participación de más del 80% de la ciudadanía otorga una clara legitimidad a los resultados.
Planteadas realmente como un plebiscito con matices, los partidos que se declaran independentistas obtuvieron la mayoría absoluta. En escaños, que no en votos.
Creo que es obligado señalar que estas elecciones lo han sido con una ley electoral que los sucesivos gobiernos catalanes no han querido cambiar. Cataluña es una nación, pero no todos sus ciudadanos y ciudadanas tienen el mismo peso a la hora de decidirlo. Lleida y Girona están sobrerrepresentadas.
Si el voto ciudadano valiese lo mismo en toda Cataluña, los resultados habrían sido los que siguen:
- Ciudadanos: 35
- JUNTS per Cat: 30
- ERC: 29
- PSC: 19
- CecPodem: 10
- CUP: 6
- PP: 6
El bloque independentista tendría 65. Ha obtenido cinco escaños más. Espero que lo tengan en cuenta a la hora de tomar determinadas decisiones o de hablar en nombre de una mayoría.
Por otra parte, el Partido Popular sigue mostrando en esta crisis su falta de un proyecto político capaz de responder a la crisis que vive el conjunto de España y sólo ha sabido mostrar sus tics más autoritarios, convertido ya en el Partido de la Porra. La respuesta autoritaria y una justicia sumisa a una fiscalía dependiente del gobierno, han proporcionado al nacionalismo catalán sus héroes y mártires y han reforzado un relato heredero del cansino "Espanya ens roba".
Una batalla electoral en la que los elementos sustantivos han sido dos proyectos de estado, que no de sociedad.
Un repaso a los programas electorales nos indica que tanto JuntsperCat como ERC dedican la mayor parte de sus programas a reconstruir la vía hacia la indepencia. Esto en los programas, pues en la campaña electoral ha desaparecido el proyecto de sociedad, educación pública o privada, sanidad, servicios sociales; en un ámbito tan importante como la educación, no aparece la opción de priorizar o no la escuela pública, únicamente la CUP habla de retirar la financiación a la enseñanza privada. Da igual, a la hora de hablar de alianzas, los programas electorales prácticamente han desaparecido.
La práctica totalidad de los análisis posteriores a las elecciones lo han sido en relación con el eje nacionalista, español o catalán, sin matices; quienes han intentado presentar un proyecto, no ya de estado, sino de país, han sido claramente derrotados.
Y es que el eje al que no se le dedica atención es el que que se identifica como izquierda-derecha, la vieja lucha de clases.
Y ahí es donde la izquierda casi desaparece. Los dos primeros partidos son de una derecha rotunda, un CIUDADANOS ultraliberal y un Puigdemont representante de los gobiernos que han competido con el PP a la hora de recortar servicios sociales, un Puigdemont que pedía cárcel para la ciudadanía que rodeó el Parlament, que representa al partido colider con el PP en la corrupción. Un Artur Mas cuyo gobierno recortó un 16,7% los presupuestos educativos.
Una CUP que se declara anticapitalista, bien, pero que si tiene que decidir, decide únicamente en clave nacionalista y que ha sufrido un batacazo.
Un PSC que se alía con lo más retrógado de la vieja democracia cristiana que se opone a derechos sociales, entre otros el aborto, el matrimonio homosexual...
Y por último, Cec-Podem. La izquierda que presentando un programa electoral de proyecto de país, ha sufrido un importante retroceso. Que ha sido poco claro en momentos del procés, con contradicciones y vacilaciones.
Y es que el nacionalismo, cualquiera, viene demostrando la capacidad de ocultar tras las banderas los proyectos, difuminándolos. Y ante ese hecho, la izquierda se muestra incómoda. Sobre todo ante los nacionalismos periféricos, como expresión, opino, de un espejismo heredado desde los viejos tiempos de la transición, cuando las reivindicaciones de carácter cultural, lingüístico y político jugaron un papel de oposición a la dictadura.
Y, ¿qué hacer?. Desde la izquierda, reconocer la derrota, clarificar el proyecto, no dando un plus de "progresismo"por ser nacionalista a quien no lo sea.
En la construcción de un nuevo país, la izquierda y fuerzas nacionalistas tenemos un largo camino en común a recorrer; pero debemos dejar claro que si es cierto que España no puede convertirse en una cárcel de pueblos, sólo desde la unidad y la solidaridad entre esos pueblos podremos conseguir una nueva Constitución que garantice el derecho a decidir, sobre federalismo o independencia, pero también sobre monarquía o república, sobre derechos sociales..
Por cierto, mientras tanto, el PP anunciaba que iba a subir el presupuesto de defensa un 80% en ocho años. Podrá tener el apoyo de Puigdemont que plantea una Catalunya integrada en la OTAN.