Victor Moreno
Ya no es necesario recurrir a la técnica del esperpento de Valle Inclán para dar cuenta de lo que ocurre. Los hechos vienen a nuestro encuentro sin necesidad de solicitarlos. Lo hacen de forma tan grotesca que solo nos queda actuar como los tomógrafos, pero con material palabrático. Escribir para cortar la realidad en pedacitos y comprobar si en su interior se registra vida inteligente o, por el contrario, rasgos de una imbecilidad cada vez más inquietantes.
La derecha navarra y sus valores
Cada vez que oigo explayarse a Esparza sobre los valores que asegura defender UPN, no es que me ría de su torpeza intelectual, sino que me echo a temblar por lo que puede avecinarse en esta tierra. Sobre todo, cuando recapacito en que en esta tierra los valores que ha defendido esta derecha solo trajeron negrura a Navarra. Esta gente ha evolucionado tecnológicamente como todos, pero no ha cambiado lo más mínimo. Al contrario, seguir los pasos de sus mayores lo tienen como virtud.
Lo que significa que defienden los mismos valores que esgrimieron para llevar al paredón a miles de personas por ser diferentes. No solo son idénticos valores, sino que las personas que los defienden dan miedo, ya que hacen el mayor esfuerzo por ser la reencarnación clónica de quienes en 1936 sostenían idéntico repertorio axiológico. Lo mejor sería, entonces, que UPN no tuviera valores y, por tanto, que no se esforzara lo más mínimo por defenderlos, ni en soledad, ni con PP, ni con Ciudadanos, ni con VOX.
Matizo que el problema no está en que la derecha cultive unos valores equis; está en cómo los defiende. A lo largo de la historia, su defensa de Dios, la Patria y el Rey, ha centrifugado a miles de personas. No preocupa que la derecha se oponga al laicismo, al Estado de Bienestar, a la ley de la Memoria Histórica, a la igualdad de género, a la formación científica e intelectual, a Skolae y a todo proyecto educativo que rezume humanismo y ciencia. No sé si está en su derecho, pero no seré yo quien me oponga a la libertad de expresión que les asiste. El problema radica en si su defensa se quedará únicamente en los herrajes de la protesta formal y educada o, como ha sido su vetusta costumbre, se tirará al monte a la voz del eslogan medieval “Dios lo quiere”.
Siempre, o por lo menos alguna vez, me he preguntado cómo se reproduce la ideología de derechas en Navarra y si no será verdad que “esta provincia fue cristiana antes de Cristo”, como decían los carlistas en 1906. Yo, la verdad, no encuentro nada fácil describir cómo maman dicha ideología, exceptuando el humus de la familia y el destilado por los centros educativos confesionales.
Sobre este asunto existe un oscurantismo institucional estructural y sistémico. Y no es justo. Porque la derecha, cuando se pone autoritaria, exige a la izquierda revisar hasta los textos de historia que se estudian en la red pública de enseñanza y en las ikastolas, pero nunca plantea tal censura en los programas educativos de colegios concertados, religiosos y privados; muchísimo menos qué es lo que se propaga en las aulas teológicas de la Universidad del Opus Dei. Cuando gobierna, nunca solicita que se escanee la ideología de los funcionarios de la Administración, del colegio de abogados, médicos, farmacéuticos, Cámara Agraria, Inspección educativa…
No sería difícil para el analista concretar cuáles son los valores que defiende la derecha navarra, que son similares a los que defiende el integrismo religioso. La mayoría de sus planteamientos y decisiones son calcomanías de un pensamiento tradicional y clerical. Tanto que cabría preguntarse si lo que esta derecha defiende tiene la consideración siquiera de valor. Pues ir contracorriente por sistema no pertenece a ninguna axiología, sino que es reaccionarismo carcamal.
Desgraciadamente, el pensamiento navarro reaccionario existe y actúa. Se alimenta, no solo por los cauces por donde lo ha hecho tradicionalmente, sino, también, por la atávica desidia de la izquierda que, cuando consigue el poder, rara vez dedica una consejería a la labor profiláctica de desmantelar estas estructuras cavernícolas y señalar, asunto fundamental este, las fuentes económicas, públicas y privadas, con que se alimentan. Sobre todo, económicas.