Iñaki Jauregui
Hablemos de economía, pero no como hacen los libros ni los informativos, sino a partir de observar a nuestro alrededor. Hablemos de la gente.
La tablet
Iosu llegó muy contento a casa aquel martes normal y corriente de enero. Me han regalado una tablet en el trabajo, le dijo a su pareja. Bueno, realmente no me la han regalado, nos la han financiado, de modo que solo he tenido que pagar la mitad. Pero fíjate, es el último modelo, por menos de 250 euros. Una ganga. Y además la podremos utilizar para muchas cosas: ver películas, escuchar música, descargar contenidos, navegar por internet…
Aquella misma noche, Iosu y Andrea se sentaron en el sofá después de cenar. Iosu miraba su nuevo juguete, indagaba tratando de descubrir cómo sacarle el máximo partido y al cabo de un par de horas de mucho silencio y poca tertulia, se fueron a dormir. El desayuno no fue muy diferente. Esta vez, Iosu tomaba el café mientras miraba el correo del trabajo. Así cuando llegue al curro ya me pongo directamente y gano unos minutillos, se justificaba mientras Andrea miraba somnolienta por la ventana de la cocina.
Días más tarde. Enseguida voy, que estoy terminando de preparar una presentación para mañana. Al final se me ha liado la tarde con otras cosas y no me ha dado tiempo. En cinco minutos voy a cenar. Y al final fueron veinte, que ni siquiera le bastaron para acabar, y tuvo que volver a zambullirse en la pantalla un buen rato más antes de ir a la cama. Cuando no era una presentación o un correo, eran unos vídeos para enseñárselos a un cliente, una hoja de cálculo con presupuestos o una videollamada con un socio.
¿Estas horas no te las pagan verdad, Iosu? Le dijo Andrea. Es que últimamente metes muchas más horas trabajando que hace unos meses, pero cobras lo mismo. Cuando vemos una película tú estás mitad aquí y mitad allí. Y cada vez que nos sentamos a la mesa, estamos tú, yo, tus clientes, proveedores, jefes y subordinados. Imagino que la productividad de la empresa se habrá disparado como un cohete porque los empleados hacéis más por lo mismo. Que si vaya bobada, que si solo son cuatro raticos, Iosu no lo veía claro. Y además, se defendió, cuando ponemos una serie o escuchamos música no te quejas tanto. Pero si escuchas los mismos grupos que tienes ahí mismo en discos.
Una madrugada. Andrea, no puedo más, esto es una apendicitis fijo. Vamos a urgencias o me quedo aquí. Andrea se viste, coge las llaves del coche, abre la puerta lista para salir y oye: espera que le escribo a Juanra para decirle lo que toca hoy que si no éste la lía. ¡Deja la tablet de una vez anda, que no eres imprescindible! A ver si se va a ir la empresa a pique por culpa de tu apéndice.
Dos años después. Pues el caso es que la tablet ya se ha quedado un poco vieja. Va lenta y apenas queda espacio, pero nos han dicho que el mes que viene nos vuelven a hacer la oferta de hace un par de años. Yo creo que la cogeré, son trescientos pero es la mejor que hay y nos financian el 60% esta vez. Es que si no la pillo a ver cómo voy a poder dar abasto con todo, además ahora los planos nos los pasan siempre por pdf y las reuniones las hacemos por Skype… Yo flipo, le dijo Andrea distraída, si es que al final vas a tener que pagar por trabajar y lo peor de todo que encima parece que te hacen favor.