Eduardo Arocena
Estudiante y trabajador precarios. Indignado de sofá que decidió comprometerse y aportar su grano de arena. Espectador cada vez menos impasible de la vida.
Salud mental y calidad de vida
España tiene 4 veces menos psicólogos públicos por habitante que el resto de Europa. Mientras, un tercio de los jóvenes entre 18 y 29 años describen su estado de ánimo como “malo o muy malo”. Diez puntos más que los mayores de 65 años. Una pandemia, dos crisis económicas, alquileres impagables y expectativas vitales truncadas explican esa valoración. El paro juvenil ha cerrado 2020 en un 40.7%, el más alto de la Unión Europea, y la edad media de emancipación en los 29.5 años, cuando la media en la UE es de 26 años, lejos de los 21 de Suecia.
El 90% de los contratos firmados en 2019 en España fueron temporales, el 73,3% de las personas jóvenes con un empleo tiene un contrato temporal (la media europea es del 43,8%), el 36,4% de las personas jóvenes cobran por debajo del SMI.
El 41% de los inquilinos paga más del 30% de sus ingresos. Si los alquileres fueran asequibles, habría más alquileres de servicios, más hobbies, libros, muebles, coches, viajes, más restaurantes y bares, más emprendedores, más arte, más hijos y menos estrés. El mercado inmobiliario se come todos los demas mercados.
En España, el suicidio constituye un grave problema de salud pública. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, la tasa de suicidios fue de 7,6/100.000 hab/año en 2018. España se encuentra entre los países con tasas más bajas en Europa pero sigue siendo la primera causa de muerte externa en nuestro país, con 3.539 fallecimientos/año en 2018.
En 2018 se estimaba que en torno al 12% de los casos diagnosticados de depresión grave acabarán en una incapacidad laboral permanente de quienes la padecen. La magnitud del problema es tal que se preveía que en el horizonte de 2020 la depresión se convertiría en «la primera causa de incapacidad laboral», todo esto antes de la pandemia que con toda seguridad lo ha agravado considerablemente.
Previa a la COVID-19, los últimos datos de salud mental ya reflejaban que el 10,7% del total de la población española consumía tranquilizantes, relajantes o pastillas para dormir (tercera sustancia después del alcohol y el tabaco) y el 5,6% de la población tomaba antidepresivos, o estimulantes. “Estamos intentando resolver problemas emocionales o laborales con dopaje, en lugar de aprender a manejar el estrés de la vida cotidiana”, afirma el Dr. Antonio Cano-Vindel, Catedrático de Psicología de la Complutense y presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés.
Yo preferiría que se abordase en primer lugar la resolución de los problemas desde la raíz (la reducción o eliminación de los factores estresantes), tales como los bajos salarios, la precariedad laboral, los alquileres abusivos, la desigualdad social, la imposibilidad de desarrollar un proyecto vital pleno, la escasez de empleados públicos en sanidad, educación y servicios sociales, o la improbabilidad de conciliar familia y trabajo. Más vale prevenir que curar, ¿no?
Mens sana in corpore sano