Victor Moreno

Victor Moreno

Ya no es necesario recurrir a la técnica del esperpento de Valle Inclán para dar cuenta de lo que ocurre. Los hechos vienen a nuestro encuentro sin necesidad de solicitarlos. Lo hacen de forma tan grotesca que solo nos queda actuar como los tomógrafos, pero con material palabrático. Escribir para cortar la realidad en pedacitos y comprobar si en su interior se registra vida inteligente o, por el contrario, rasgos de una imbecilidad cada vez más inquietantes.

2014-01-04

Tiempos de transparencia

Quienes más vocean en favor de la verdad y la transparencia en política suelen ser los más hipócritas y los más cínicos. Recuerdan a quienes teniendo más dinero que Botín dicen que el dinero no es lo más importante en la vida.
 
¿Es posible la transparencia y la verdad en las altas esferas de la política? ¿Es posible que los gobiernos, sean del nivel que sean, digan siempre la verdad y nada más que la verdad?
Como no existe la verdad, sino lo que cada cual tiene por ella, me limitaré a recodar una historia verídica.
 
En 1778, Federico II de Prusia, el gran emperador del Despotismo Ilustrado, amigo de Voltaire, propuso a la Academia Real de Ciencias y Letras de Berlín la convocatoria de un concurso con una proposición: “¿Es útil para el pueblo ser engañado, bien sea mediante la inducción a nuevos errores, bien manteniéndolos en los que ya tiene?”.
 
De los treinta y tres trabajos que se aceptaron finalmente, veinte optaron por la respuesta negativa; y trece, por la afirmativa. Sin embargo, a la hora de fallar el concurso, Federico II de Prusia impuso su opinión regia –maquiavélica, mejor-, para que el premio se dividiera entre el matemático Castillon, partidario del engaño, y del filósofo Becker, que no lo era.  
 
Aquel fallo consagró la derrota de la verdad, de la transparencia y de la razón en una época en que la sociedad se atrevía a pensar de forma autónoma, como deseaba el filósofo Kant.
Desde entonces, los argumentos a favor y en contra del engaño para gobernar siguen donde estaban. No se han movido un ápice. Las mismas falacias de ayer son las mismas que se utilizan hoy para mantener el statu quo de la mentira; lo mismo que la necesidad de una transparencia inexistente.
 
El poder diga o no la verdad nos la ha de clavar donde más nos duele: en el estómago y en el bolsillo.
Así que, como en Alicia en el país de las maravillas, seguiremos en la brecha corriendo para permanecer en el lugar en que estamos, no vaya a ser que nos quiten lo bailao.
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