Inma Sayas

2020-03-28

Cuarentena

Confieso que desde que oí, hace mucho tiempo, la palabra PANDEMIA el miedo, por no decir pavor, se instaló en mis neuronas de una manera absoluta. Pasa el tiempo y nos damos de bruces con una y mi miedo desaparece. No sé qué ha pasado en mi cabeza para que no esté angustiada. No tengo ni idea. El día pasado mi hijo el pequeño estaba si no angustiado bastante preocupado porque tiene dos pequeñas de las que cuidar. Ahí lo entendí. Cuando mis hijos eran pequeños o igual no tan pequeños, yo me angustiaba bastante con las cosas que pasaban o que podían pasar que se escapaban a mi control.

Me veo reflejada en la manera de vivir y de afrontar las cosas que tenía mi madre. Pocas veces se angustiaba. Dirigía la vida con serenidad y cuando algo iba mal ella recurría a su: “Dios proveerá”. Claro que me preocupa que a mis hijos y nietas les pase algo, pero ya son mayores para cuidarse ellos y cuidar a su prole. Hoy comprendo que son pocas las cosas que uno puede controlar. Que de pronto lo imprevisto te puede golpear y dejarte desarmado y a la intemperie, pero somos demasiado prepotentes y así nos va,

Estoy confinada con mi marido y una hermana que medio vive con nosotros desde hace unos meses. Lo estamos llevando bastante bien porque esta situación de salir poco, de meter muchas horas en casa, no es algo nuevo para mí. Llevo muchos meses de semi-confinamiento así es que ya estoy entrenada.

Pienso mucho en lo pequeños que somos, en lo vulnerable que es el ser humano. Que quitándonos las máscaras se puede ver mucho mejor la verdadera esencia de cada uno de nosotros. No nos viene mal que por una vez todos sintamos el miedo, la pequeñez, la necesidad de los otros, que toquemos con los dedos la vulnerabilidad, aprendamos a ser agradecidos con los que nos curan, que pongamos rostro y nombre a todos los que trabajan para que podamos comer. Todo esto ya se ha dicho en todos los medios y se repite cada día.

Si de esta situación no somos capaces de recapacitar, de reorganizar nuestras vidas, de dar valor a lo que vale, de dejarnos de las tonterías que nos llenan la vida, pues igual seguiremos mereciendo que nos pase otra pandemia por encima.

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