Eduardo Arocena

Estudiante y trabajador precarios. Indignado de sofá que decidió comprometerse y aportar su grano de arena. Espectador cada vez menos impasible de la vida.

2021-01-22

Crisis Climática

Ya cuando estaba en el colegio hacíamos trabajos en la asignatura de ciencias naturales sobre los problemas a los que debíamos hacer frente si queríamos preservar el planeta: desertificación, deforestación, escasez de agua potable, acidificación de los océanos, calentamiento global, extinción de especies, superpoblación…

Poco o nada ha cambiado desde entonces, y eso que ya han pasado demasiados años. Cumbres sobre el clima con acuerdos que se incumplen sistemáticamente o con cuotas de contaminación que se pueden comprar y vender.

En un documental que ví hace poco presentaban la hipótesis de que todas las grandes civliizaciones antiguas desaparecieron como consecuencia de eventos climáticos adversos: incas, mayas, aztecas, Roma…

Los humanos no aprendemos. Basta ver el comportamiento imprudente de algunos después de 10 meses de pandemia como muestra de ello. Siempre nos decían que el que no conoce la historia está condenado a repetirla. Pues bien, ahora conocemos la historia mejor que nunca y aún así volveremos a tropezar con la misma piedra, con el agravante de que este cambio climático esta vez es antropogénico, y no un cataclismo natural impredecible. En la era de la información es paradójico que reine la desinformación y el negacionismo. En el Amazonas sólo el pasado mes de mayo desaparecieron 649 kilómetros cuadrados de selva nativa. Los últimos cincuenta años han supuesto un coste de deforestación nunca antes visto en la historia de la humanidad, arrasando un 15% de la superficie mundial de vegetación equivalente al territorio de España, Portugal y Francia. Pero como ocurre fuera del alcance de nuestra vista no somos conscientes de ello, al igual que la polución de los océanos y la desaparición de especies.

Lo que sí vemos es la cantidad de plástico que desechamos cada semana, el humo de las chimeneas de las fábricas o del tubo de escape de nuestro coche. O la cantidad de estabilizantes que le añaden a nuestra comida. La pérdida de biodiversidad ocasionada por la raza humana traerá consecuencias imposibles de prever. Nos dirigimos hacia la extinción con una impasibilidad abrumadora.

Parece que nadie está dispuesto a modificar sus hábitos de consumo ni su forma de vida. Ni siquiera una pandemia global lo ha conseguido, puesto que todo el mundo ha vuelto a vivir su vida de la misma forma de antes. La “nueva normalidad” dicen. Lo único nuevo que tiene se llama mascarilla.

Por esta vía nos enfrentaremos a nuevas epidemias, escasez de agua potable, migraciones masivas, sequías, huracanes gigantes, hambrunas, aire irrespirable, elevación del nivel del mar… Y guerras por el acceso a recursos básicos. Tarde o temprano nos tocará a nosotros, aunque nos tapemos los ojos.

Vamos camino de Mad Max, lo sabemos y no hacemos nada. Esto sí que es procrastinar.

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