Inma Sayas
Desesperación
¿Quién me iba a decir que añoraría el tiempo del confinamiento? Pues sí ,lo añoro. Y lo hago porque con miedo y con todo lo que supuso estábamos todos quietos. Claro que entiendo que así no se puede estar mucho tiempo, que eran circunstancias especiales y que tenía que acabar, que teníamos que volver a trabajar, a vivir y a mover la economía. Seguro que en algún sitio seguían con sus guerras, pero las únicas noticias que nos daban los medios de comunicación era sobre la COVID. De sus letales avances, de la ignorancia sobre el virus y los comentarios de tertulianos que no hacían más que confundir, asustar y desinformar porque todos parecían virólogos, médicos, investigadores y solo eran tertulianos que lo mismo hablaban del virus que del precio del pan. Yo me pasé a las plataformas y vi cantidad de series, casi todas de gran calidad. También me pasé a Radio clásica y a día de hoy sigo escuchándola porque pone paz en mi cabeza.
Pues nada, que no hay manera de poder vivir en paz en este mundo tan raro, tan cambiante, tan poco seguro. La mayor parte de la gente quiere vivir tranquila es entonces cuando me pregunto de dónde salen todos estos gobernantes que como poco se les puede llamar malnacidos. Ah, claro que les vota esa misma gente que quiere vivir en paz. Ya no entiendo nada. Esto de la guerra de Rusia contra Ucrania me produce un profundísimo dolor como me lo producen todas las guerras. Me acuerdo de unos vecinos ucranianos que tuve no hace mucho tiempo y me pregunto dónde estarán. Ojalá que sigan aquí, que no se hayan ido a su país.
Recuerdo que mientras duró la guerra del Golfo en mi colegio, San Cernin, a las 12 sonaba la sirena y hacíamos un minuto de silencio puestos en pie. Yo creo que mientras dure ésta TODOS deberíamos hacer lo mismo en todos los trabajos, en todas partes para decirle a Putin que no le queremos, que nos produce espanto su figura como político, que no hay derecho a hacer lo que está haciendo, Que el mundo necesita otro tipo de gobernantes. Yo recuerdo con especial optimismo cuando leí en la portada del periódico que el nuevo presidente de Rusia Mijail Gorvachov, dijo que le importaba más la mantequilla que las armas. Ese día fui a trabajar como si me hubiera tocado la lotería. Por fin había alguien al otro lado del Telon de Acero que daba esperanza, que pensaba en las personas. Como todo en la vida duró lo que duró, pero mientras estuvo en el poder nos dejó en paz al resto de países. Cierto que no me acuerdo ni he sido seguidora de la política rusa hasta este hombre que está a día de hoy .Putin da miedo.
Yo no puedo hacer nada para que esto mejore, pero si alguna asociación de Barañain tiene intención de recoger ropa, alimentos o cualquier otro modo de ayudar a los refugiados ucranianos que vayan llegando, me ofrezco para ayudar. Ya que no puedo parar la guerra, intentaré ayudar dentro de mis posibilidades que no son muchas, pero entro todos haciendo un poco seguro que a alguien ayudamos.
NO A LA GUERRA una vez más y ojalá que no nos acostumbremos a tener que volverlo a decir.