Victor Moreno
Ya no es necesario recurrir a la técnica del esperpento de Valle Inclán para dar cuenta de lo que ocurre. Los hechos vienen a nuestro encuentro sin necesidad de solicitarlos. Lo hacen de forma tan grotesca que solo nos queda actuar como los tomógrafos, pero con material palabrático. Escribir para cortar la realidad en pedacitos y comprobar si en su interior se registra vida inteligente o, por el contrario, rasgos de una imbecilidad cada vez más inquietantes.
Libros de texto
Hace unos días un amigo me pasó un artículo que hablaba sobre los libros de texto. El artículo iba sin firma. Así, dijo mi amigo, evitaría que mi comentario se dejara llevar por los prejuicios habituales contra o a favor del nombre de quien firma los artículos que leemos, en lugar de fijarnos enteramente en el mensaje. Pues ya es sabido que, cuando se tiene ojeriza a alguien, ya puede sostener este los pensamientos más sublimes que quiera, que a nosotros no nos engañará pues de sobra sabemos de qué pie cojea.
En aquel artículo, su autor sostenía que había existido una corriente pedagógica que defendía una enseñanza sin libros de textos, y que esta corriente o tsunami anarquista había sido la gran culpable del fracaso escolar y de la semilla incipiente de lo que más tarde se llamaría la cultura de la vagancia o la vagancia de la cultura, que para los efectos nocivos de la salud particular y colectiva sería lo mismo.
Ridiculizaba el trabajo de quienes preparaban sus clases con materiales propios y ensalzaba hasta el incensario los libros de textos por considerarlos la mejor alfalfa cognitiva existente para la enseñanza –que no para el aprendizaje-, y sostenía, finalmente, que la calidad del sistema educativo sin libros de texto era una quimera.
No es mi intención discutir con un fantasma, o habría que decir fantasmón, dadas las falacias que sostenía en dicho artículo, así que declinaré mi opinión, dejando paso a quien que, también, ha reflexionado en dicho asunto.
Enrique Dans sostiene: "El libro de texto es un error. Un vestigio de una forma de aprender que funcionaba cuando el conocimiento era un bien escaso, que era preciso encapsular en algo físico para poder acceder a él. El libro representaba “lo que había que saber” de un tema, el camino por el que el profesor debía guiarte, o en muchos casos, los textos que tenías que memorizar para luego poder copiarlas en un examen, en el que te evaluaban por tu capacidad de retener datos en la memoria".
Ergo, quienes trabajaron sin libros de texto en el pasado fueron, sin duda, unos adelantados a su tiempo.