Victor Moreno
Ya no es necesario recurrir a la técnica del esperpento de Valle Inclán para dar cuenta de lo que ocurre. Los hechos vienen a nuestro encuentro sin necesidad de solicitarlos. Lo hacen de forma tan grotesca que solo nos queda actuar como los tomógrafos, pero con material palabrático. Escribir para cortar la realidad en pedacitos y comprobar si en su interior se registra vida inteligente o, por el contrario, rasgos de una imbecilidad cada vez más inquietantes.
No solo es el sistema
¿Eran corruptos antes de entrar en política o se hicieron corruptos tras sobar las sillas del poder? Convengamos en que es una parte exigua de políticos a quien la corrupción ha supuesto un quebranto moral. Y que una mayoría de políticos no ha sufrido ninguna crisis en su ética… hasta que se demuestre lo contrario.
Si se dice que los políticos son igual de corruptos, y los que no lo son se debe a que no tuvieron la posibilidad de manifestarlo, significaría que quienes no estamos metidos en política profesional sería mejor que no lo hiciéramos nunca. Lo tendríamos muy crudo para no manifestar al corrupto legal y legitimado que llevamos instalado en el cuerpo y que al menor descuido entra en crisis moral.
Así que la conclusión no puede ser más paradójica: si votamos a estos corruptos en potencia, una de dos, o somos masoquistas o tontos al cubo.
Conociendo que el sistema actual se regenera continuamente para producir corruptos en serie y que dicho sistema, más que incorrupto, es incorruptible, mantenerlo sería de idiotas. Sin embargo, algunos ingenuos ya imaginan que las elecciones futuras nos liberarán de la plaga bíblica de la corrupción.
Estaría bien que reflexionáramos en un hecho escalofriante: quienes gobiernan de verdad este país no son elegidos en las urnas, sino en los consejos de administración de las grandes empresas. A estos tipos, que hacen posible que la política adquiera unos derroteros concretos, les importa tres pepinos quién será el próximo político que ocupe la Moncloa. Lo que le interesa es conocer quiénes de esos políticos elegidos son los más fáciles de llevar al huerto de la corrupción o de la legalidad corrupta e impune, que tan bien conoce Barcina y su cuadrilla de malandrines.
Se dice que el nivel de corrupción alcanzado es inaudito. Tranquilos. Se puede mejorar. Sobre todo, cuando las claves del sistema, técnicas y humanas, siguen incorruptas.
Decimos que es el sistema quien permite que tu padre o tu madre se acuesten siendo unos políticos honrados y se levanten acusados por ser paradigma de la criminalidad, del cohecho, de la prevaricación y de la impunidad para repetir una y otra vez el robo legal correspondiente. Pero no basta el sistema para convertirte en un depredador.
Hay algo que se llama ética personal. Algunos políticos hace tiempo que viven en crisis permanente con ella.